La segunda vez lloré más. Fue en Córdoba.

Los dos llegamos casi a la vez. Él, en su coche, vino a recogerme a la estación. Durante el camino al hotel casi no cruzamos palabra. Yo no apartaba los ojos de él. Lo miraba entre ansiosa y eufórica. Su mirada me resultaba tan acogedora que ni el silencio me resultaba incómodo. Sólo podía mirarlo.

Subimos en el ascensor del hotel sin hablar. Una señora mayor que iba al lado me estuvo observando durante el corto trayecto. Cuando nos bajamos del ascensor me tocó el brazo y me sonrió con complicidad como si lo que yo estaba viviendo se me reflejara en los ojos.

Entramos en la habitación y cerramos la puerta. Las maletas cayeron en el suelo. No fueron depositadas; simplemente cayeron. Y nos abrazamos. Nos abrazamos y nos besamos como si la segunda vez fuera la primera, como si ya no quedaran resquicios de pudores, de vergüenzas antiguas, como si todo el tiempo pasado se pudiera resumir en ese beso. Mis lágrimas se mezclaban con el sabor de su boca; salado y dulce. No sé cuántas veces he llorado después de ese modo, pero antes sólo una vez más.

La primera vez que nos vimos en Madrid fuimos muy poco a poco. Habíamos hablado mucho antes y seguimos haciéndolo ese día. Yo, con mi poca experiencia y mis complejos, daba pasos de ciego. Él fue un caballero. Me susurraba palabras que nunca había oído antes, me tocaba con dulzura, hasta que me arrastró suavemente a la cama y me hizo el amor con ternura y pasión, como jamás lo había podido yo imaginar. A mis 30 años, tuve el primer orgasmo con alguien dentro después de varios años de matrimonio frustrado. Esa fue la primera vez que lloré con él.

La segunda vez, en Córdoba, después del largo beso, él me tomo de la mano y me acompañó al otro lado del cuarto. Esta vez fui yo la que lo empujó suavemente a la cama, pero él me dio la vuelta y fui yo la que caí en un movimiento suave y lento sobre la colcha. Me desvistió sin apartar la mirada de mis ojos. Yo temblaba de pura ansiedad por tenerlo de nuevo en mí, pero él, lentamente, recorrió mi cuerpo con su boca. No sé cuánto tiempo pasó. Tampoco importa.

Cuando caímos extenuados, nos abrazamos como dos chiquillos. Él era 14 años mayor que yo, pero al poco, cuando quedó dormido, pareció rejuvenecer. Yo no podía dormir; era demasiado para un solo día, así que me detuve a mirarlo mientras él dormía; el suave movimiento de su pecho, el gesto de su boca, el sonido que hacía al respirar. Fue ese sonido, suave y atrayente, el que me hizo incorporarme un poco y acercarme a su boca. Sentía el cálido aire contra mi cara y su olor, entre dulce y madera. Me acerqué un poco más y me bebí su aliento, cada vez con más intensidad, hasta llenarme de él y entonces rompí a llorar. Lloraba porque entonces supe que estaba enamorada, que había bebido de él y que me había emborrachado y que eso iba a ser para siempre. No me equivoqué…

Ayer murió. Han pasado muchos años desde aquel día y hemos llorado juntos demasiadas veces de alegría, de intensidad y, alguna vez, de tristeza. Hemos vivido el amor sin tapujos, sin guardarnos nada para mañana, sin pedir lo que no nos correspondía y sin intentar dar más de lo que teníamos. Murió aceptando que se marchaba; como casi siempre, con una media sonrisa en la boca. Me llamó con la voz apagada y me acerqué a él.

-Adiós, nena. –me susurró.

Con lágrimas en los ojos y una sonrisa, me acerqué a su boca y lo besé dulcemente. Adiós, le dije. Apreté su mano y esperé. Sus ojos me miraban como el primer día. Los entrecerró y lanzó un último suspiro. Por segunda vez en mi vida me bebí su aliento, su último aliento y se marchó para siempre.

-Adiós amor…

Puse sus manos sobre su pecho y me recosté a su lado. ¿Cómo será la vida sin él...?

6 Cuéntalo tú:

Fantástico relato; tenés un manejo de los tiempos maravilloso, que hace que uno se deslice por los renglones hasta llegar al final.

La historia en sí me gustó muchísimo, hay que perpetuar a veces determinados momentos, pues no sabés cuando y en qué circunstancias se pueden repetir. Excelente Ed.

Me encantó la estética del blog, es preciosa, da gusto permanecer en el blog.

Tal cual lo anticipé, aquí hay una hermosa prueba del talento que tenés.

BESOTES HERMOSO

Gracias también, querido Stanley, por este hermoso comentario. Me cuesta trabajo (y te lo digo en serio) creerme que te haya gustado.

Te contaré algo que probablemente no se repita muy a menudo en adelante, y es que esta historia es real (excepto la escena de la muerte, ya que él sigue muy muy vivito y que así sea por muchísimos años más). Es tal cual como me la contó mi gran amiga y no hay casi nada inventado, sólo "caramelizado" si acaso. Quise empezar por aquí por el amor que le tengo a ella y porque se lo debo por estar siempre a mi lado. Su historia de amor sigue viva; el fuego de entonces no se ha apagado y todo empezó tal y como lo he contado. La realidad a veces es tan bonita o más que la ficción.

Con respecto a la estética del blog, pues no sé. Ten en cuenta que lo creé ayer con mucha prisa (menos de una hora). Probablemente con un poco de tiempo la cambie, pero espero que cualquier cambio sea a mejor. Ahora lo veo un poco cursi.

Te lo vuelvo a repetir: gracias por tus palabras. Viniendo de ti suben el ánimo a cualquiera.

Besos. Ed.

Hola, Ed. Acabo de descubrir casi por casualidad la existencia de este otro blog tuyo. Che, por qué no avisas? jaja
Me gusta mucho el diseño y también que puedas mostrar otra faceta artística tuya. El relato está muy bueno aunque me entristeció un tanto, pero está muy bien escrito y resulta muy atractiva su lectura. Te felicito por este nuevo blog y acá me quedaré a seguir esperando por nuevos relatos. Un gran abrazo. Beto

Che Beto! :-) Pues no he avisado de la creación de este blog porque tampoco he querido publicitarlo aprovechando demasiado el otro. El contenido es tan distinto que en realidad los enlaces que hay del uno al otro son para que me pueda mover entre ellos con más facilidad, pero poco más.

Muchísimas gracias por todo lo que dices. Es cierto que el relato es triste al final, pero, si has leído mi comentario anterior, es ficticio frente al resto, que es una historia real (tal cual) que me contó mi gran amiga S.
A partir de ahora y cuando pueda (caramba, estos días ando un poco descolocado volviendo a casa otra vez y para colmo este fin de semana andaré por Córdoba, así que nada de nada) intentaré escribir algo para ir añadiendo historias y desde este momento todas serán nuevas. No prometo un ritmo ni tampoco decir que los jueves o los sábados será el día. No habrá día; simplemente habrá historias... o eso espero, al igual que espero que sigas ahí. Tu compañía por estos caminos sabes que significa mucho para mí.
Un abrazo enorme, querido Beto.
Ed...

Conmovedor el relato, y concuerdo con Stanley en que tomas de la mano al lector y lo llevas hasta el final con mucha cadencia, casi como sino se diera cuenta del paseo.

Seguire leyendote.

Este me ha encantado,Ed,cierto que el final es trágico..pero despues de una bella e intensa historia de amor..que es la esencia de la vida..me alegro que el hombre en cuestión esté vivito y coleando...jeje..un besito.
Ninu.

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