Cristian apoyó la mano sobre el hombro de Juan y lo miró a los ojos. 

-Bueno, tengo que irme- dijo. 

-¿Ya?- casi balbuceó Juan. 

-Es un poco tarde y tengo muchas cosas que hacer. Te llamaré –mintió- y volvemos a quedar. ¿Te parece? 

Juan agachó la cabeza con tristeza y al levantarla vio el gesto decidido de su acompañante nocturno. 

-Venga, hombre, no pongas esa cara. Nos vemos esta semana, ¿de acuerdo?- dijo Cristian. 

-Vale, vale.- Juan conocía el tono de condescendencia con el que le estaba hablando aquel amigo que había conocido la noche anterior. No era la primera vez y sospechaba que no iba a ser la última.- Ven cuando quieras. Nos vemos. 

Cristian sonrió y se dirigió a la salida. No hubo un beso ni una caricia. Sólo murmuró un leve “adiós” justo antes de cerrar la puerta tras de él. 

-Adiós, como siempre. – musitó Juan desde el ventanal del salón. 

Revolvió por sus recuerdos y trató de pensar en cuántas veces había pasado algo semejante. Demasiadas. Incluso comprendía que había obtenido lo que supuestamente había ido a buscar la noche anterior: un chico con quien estar, pasar un buen rato y… ¿luego qué? No podía criticar la actitud del otro. Era todo tan tácito y evidente que pedir explicaciones no serviría para nada. Pero esta vez había sido diferente; al menos para él.

Recordó cómo tuvo el valor de acercarse a aquel chico por la noche. Le había gustado desde el primer momento en que lo vio en la discoteca charlando con otros amigos y sonriendo mientras sostenía una copa en su mano. No lo había perdido de vista en todo el tiempo y a la primera oportunidad, al verlo ir a la barra a pedir, se había acercado y aún no sabía cómo, lo había invitado a la copa que había pedido. Todo había sucedido con una espontaneidad increíble y al poco rato, Cristian había aceptado tomarse la última en casa de Juan. 

Los primeros besos le habían resultado deliciosos y le habían producido una sensación extraña. No había pasado demasiado tiempo cuando estaban desnudos en la cama descubriendo sus hermosos cuerpos, besándolos y acariciándolos. Juan casi había estallado de felicidad cuando, con la boca húmeda después de haber jugado con ella sobre el miembro de Cristian, había subido hacia arriba y descubierto una pícara sonrisa en el rostro de su acompañante. 

-Te gusta, ¿eh? – Le había preguntado Cristian sin dejar de sonreír. 

-Me encanta. Me encantas tú – Había sido la respuesta de Juan mientras clavaba sus ojos en los de él. 

La noche había resultado una delicia. Habían hecho el amor y el placer había sido inmenso. Juan pensó que Cristian era un amante de piel, de los que transmiten sus emociones con sólo tocarlos. No podía creer haber tenido la suerte de conocerlo. Se habían dormido abrazados, como dos amantes.

El despertar, al mediodía siguiente había resultado distinto. Cristian sonreía, no de la misma manera. Le había besado los labios rápidamente y se había levantado de un salto de la cama. 

-Tengo prisa, ¿sabes?-Había sido su único comentario. 

-Pensé que te ibas a quedar aquí más tiempo.- Juan se había sentido desconcertado al verlo vestirse tan rápidamente. 

-He quedado a comer y aún tengo que ir a cambiarme a casa. Dame un minuto mientras voy al cuarto de baño. 

Juan se había levantado de la cama decepcionado. No podía imaginarse que algo tan bonito como lo que había pasado la noche anterior se diluyera con tanta facilidad. Sabía cómo eran las cosas, pero esta vez no quería que fueran así; esta vez tenían que ser distintas. Se negaba a admitir la razón por la que se había despertado tantas veces durante la noche mientras se mantenía abrazado al cuerpo que dormía a su lado. Era demasiado hermoso para perderse un minuto con él. 

Cuando Cristian hubo salido del cuarto de baño totalmente arreglado para dirigirse algo inquieto a la claridad del salón, Juan lo había seguido y mirado anhelante hasta que él le puso la mano sobre el hombro. Esta vez también tocaba perder.

Juan despertó de su ensueño con lágrimas en los ojos y aún tuvo tiempo de ver a través de los cristales del ventanal como Cristian se mezclaba con la multitud y se perdía entre la gente en busca, quizás, del siguiente desengaño.

7 Cuéntalo tú:

Fantástico relato, plasmaste maravillosamente ese vacío que deja el "amor de una noche" y, cuando por diferentes razones, lo querés perpetuar, es imposible concretarlo.
Tenés una prosa envidiable y un tempo en relato envidiable.

Me encantó, felicitaciones.

BESOTES HERMOSO!!

Ed, genial! Yo no te voy a hablar de prosas y tempos al modo de Stanley...no soy entendido en eso, pero sí has logrado captar y describir a través de tus personajes el placer del encuentro y el sinsabor de la despedida, que no llega a decirse claramente pero que, sin embargo, se presiente que es tal y que ya no habrá retorno.
Un gran abrazo.
Beto

La fugacidad de las relaciones amorosas muy bien retratada en
este efectivo relato.

Felicidades.

Fantastico, me ha gustado mucho

Me gusto, me gusto mucho ... y me dio mucha rabia jajaja no es solo un relato es algo q pasa todos los días joder! cuesta mucho separar la piel de la cabeza y aun mas del corazon ... el debió aprender q cuando se va a la guerra hay q estar preparado para regresar herido ... nos leemos

Lo bueno no dura...
lo fugaz es así.. pero su aroma queda impreganado en ti y tarda en evaporase.

saludos conversos.

Muy bueno, y sobre todo realista..aunque yo no haya pasado por ese tipo de situaciones, parece que es más normal de lo que yo pensaba. Es el riesgo que se corre al tirarse a la piscina sin saber si van a aflorar sentimientos por parte de alguno de los amantes..cuando uno se enamora, como en este caso, y para el otro es simplemente una noche más de sexo..
Ninu.

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