Los viejos temas de Steely Dan sonaban en los altavoces del ordenador. Los dos gatos dormían plácidamente en la cama. La luz del verano se colaba tamizada a través de las persianas de la habitación. Era una tarde cualquiera de un día igual que cualquier otro. Daniel miraba abstraído la enorme lista de amigos de messenger que había obtenido después de tantos mensajes en una página de contactos. Aquel día había uno nuevo. Uno que parecía como cualquier otro también.

El sonido de la ventana de messenger al abrirse despertó a Daniel de su letargo. Precisamente era aquel mismo nuevo contacto el que le hablaba. Se restregó los ojos y se apresuró a contestar.

La conversación fue entretenida. No hubo las típicas preguntas indiscretas que tanto molestaban a Daniel. Tampoco insinuaciones ni ataques directos. Todo fue como la seda hasta que Jose, su nuevo amigo, tuvo que marcharse a hacer unos recados. Quedaron en hablar para más tarde.

Daniel sabía de sobra que nunca podía fiarse de las apariencias, pero algo en la manera de expresarse en Jose le dio ganas de volver a comunicarse con él y se quedó delante de la pantalla esperando su vuelta. No tardó mucho.

Los dos vivían en la misma ciudad y por alguna razón que Daniel no entendía muy bien, aceptó en quedar esa misma noche con el otro chico para tomar algo y conocerse mejor, aunque dejó muy claro que lo hacía sin pretensiones, que no quería nada de momento y que quedaban como amigos. Jose aceptó sin poner impedimentos.

En la cafetería, Daniel aporreaba nervioso con los dedos sobre la mesa de la terraza a la espera de su nuevo amigo. Si había algo que odiaba era estar sentado en un lugar público solo y sin saber qué hacer. Eso lo hacía sentirse tonto. Ya pasaban diez minutos de la hora de la cita y Jose seguía sin llegar. Estaba a punto de levantarse y marcharse sin más.

Una mano se posó en su hombro. Daniel casi gritó del susto.

-¿Daniel? –La sonrisa de Jose era deslumbrante. –Perdona el retraso. Perdí el autobús y tuve que esperar al siguiente.

-No pasa nada. –Titubeó Daniel. –Bueno, supongo que eres Jose.

Jose sonrió y le estrechó la mano.

-Así es. ¿Qué estás tomando?

Daniel le mostró su bebida y Jose pidió lo mismo. Comenzaron a charlar y en unos minutos se encontraban totalmente distendidos. Jose, un chico de pelo castaño y ojos de un verde profundo, tenía un don natural para conversar y hacer sentir cómodo a su interlocutor. Su sonrisa era devastadora y su forma de hablar, rápida, alegre y casi despreocupada, dejaron en pocos minutos sin armas a un Daniel, que, sin darse apenas cuenta, se adaptó a su nuevo amigo. De alguna manera le daba miedo tanta naturalidad.

Dos horas más tarde seguían en el mismo lugar, a punto de cerrar. Los camareros recogían las últimas mesas y ellos ralentizaron la conversación nerviosos a la espera de lo que vendría después. Pagaron, se levantaron de las mesas y comenzaron a caminar sin saber muy bien a dónde iban. Ninguno de los dos se quería separar del otro ni tomar una decisión. La charla tan distendida se había convertido en un silencio algo incómodo. Jose volvió a tomar las riendas.

-¿Una copa en casa? –dijo.

Daniel se debatía entre sus férreas convicciones y el deseo tan enorme de estar a solas con él.

-Está bien. –Fue lo único que contestó.

-Vivo un poco lejos. –Admitió Jose con una sonrisa pícara en los ojos. –De todas maneras ahora no hay prisas, ¿no?

-No, Jose… da igual. –Daniel se sentía hipnotizado por aquella mirada; tanto que no se dio cuenta de lo largo del camino.

En la casa, Jose sirvió dos copas y le ofreció un brindis a Daniel. Bebieron un sorbo y se besaron. No fue un beso largo ni corto. Fue un beso intenso, lleno del aroma a sándalo que invadía la casa. Daniel notó como la vida fluía por sus venas a la vez que se sentía desvanecer. Todo en Jose era una contradicción. Una contradicción maravillosa.

Se desnudaron con un deseo desmedido, casi arrancando cada prenda de los dos cuerpos ardientes. Ya no había palabras, sólo algunos murmullos y un frenesí descarnado por descubrirse el uno al otro mientras seguía sonando la sinfonía de besos y de caricias. Cada cosa nueva que descubrían era una bella sorpresa. Daniel acertó a besar primero el pene de Jose, erguido y duro. Se lo metió en la boca y lo lamió con tantas ganas que Jose no pudo evitar gemir con fuerza. No hubo apenas pausas. Se recorrieron enteros sin dejar nada de lado. Se hicieron el amor de una manera que Daniel jamás había sentido. No había nada nuevo y sin embargo, todo era absolutamente distinto a lo vivido anteriormente. Aquello era hacer el amor. Aquello era ser feliz. Los dos orgasmos seguidos fueron tan intensos que ambos quedaron exhaustos sobre el sofá. Se siguieron besando, cansados, y se abrazaron con fuerza. Ninguno de los dos se quería separar del otro en aquel momento. No lo hicieron.

A la mañana siguiente, muy temprano, Jose despertó a Daniel con un beso en los ojos.

-¿Qué hora es? –Preguntó Daniel confuso mientras contemplaba la hermosa mirada de Jose.

-Perdona, Daniel, son las siete de la mañana, pero tengo que salir a trabajar. Tendría que habértelo dicho ayer, pero creo que estábamos en otra cosa. –Sonrió.

-Dame cinco minutos, me visto y me voy. ¿Te parece? –Pidió Daniel.

-Por supuesto, hombre. Yo salgo en unos diez minutos. No puedo llegar tarde.

Daniel miró a los ojos a Jose antes de hacerle la pregunta.

-¿Nos veremos hoy?

-Luego te llamo. –Respondió Jose algo evasivo. –No sé a qué hora voy a terminar.

-Está bien. –Dijo Daniel algo decepcionado y sin saber por qué. Le sonaba a excusa.

Jose le tomó la cara con una mano y lo besó con apasionamiento.

-No te preocupes, chico. Luego hablamos y vemos lo que podemos hacer. Todo ha sido maravilloso.

Daniel sonrió. En lo profundo de sus ojos se notaba una suerte de tristeza que no acababa de entender ni él mismo.

Ya en la calle se separaron con un apretón de manos y la promesa de comunicarse por la tarde. Daniel tomó el camino a casa absorto en sus propios pensamientos. Se sentía demasiado confuso.

A las ocho de la tarde no podía más. No paraba de mirar el teléfono, que seguía mudo. Tampoco se atrevía a llamar a Jose. Era demasiado prudente para ese tipo de cosas y tenía la promesa de él de llamarlo. De todas maneras estaba demasiado inquieto para mantenerse quieto en su habitación y salió a pasear.

Una hora después caminaba sin rumbo por un centro comercial al que había llegado no sabía cómo. Llevaba el teléfono en la mano para no perder ninguna llamada, pero no había sonado aún. Ni tan siquiera entendía cómo podía estar tan absorbido por alguien a quien había conocido tan sólo un día antes, pero así era. No podía parar de pensar en Jose. Empezaba a dudar de si eso era amor.

Quedó petrificado cuando en la esquina de un bar descubrió a Jose abrazado a una chica morena, delgada y de rasgos delicados. Ella lo agarraba con fuerza y él le acariciaba el pelo y le dio un corto beso en los labios. No podía creer lo que estaba viendo: el mismo hombre que la noche anterior se le había entregado en cuerpo y alma estaba en aquel momento con una chica como si no hubiera pasado nada. Se acercó para cerciorarse. Era demasiado increíble como para ser cierto. Jose levantó la mirada y lo vio. Su piel mudó de color.

Daniel se quedó inmóvil durante unos segundos y luego dio la vuelta y se marchó presuroso con lágrimas en los ojos. No era la primera vez que lo engañaban. Justamente por eso era siempre tan cauteloso, pero esta vez era peor. Esta vez se sintió doblemente traicionado a pesar de haber roto sus propias normas.

Casi salía del centro comercial cuando Jose dejó a la chica sentada en aquel bar y se dirigió rápidamente en busca de Daniel. Ella lo comprendía todo. Lloraba desconsolada después de la conversación que había mantenido con Jose durante más de dos horas y de la escena que se presentó de repente. Aquel era el chico de la noche anterior. Aquel era el Jose que se había desnudado sólo hacía un rato.

En la calle, Daniel continuaba llorando cada vez más y apretaba el paso para alejarse de aquella imagen tortuosa. Comenzó a cruzar la carretera cuando oyó la voz de Jose llamarlo. Se volvió y lo vio en la puerta del centro comercial haciéndole gestos para que se acercara. No pudo apreciar su repentina cara de pánico. Tampoco pudo ver el coche que lo arrolló y lo sumió en la más profunda oscuridad después de oír el golpe seco de su cabeza contra el pavimento.

Jose corrió desesperado hacia el cuerpo que yacía inerte en la carretera y empujó a todos los que se empezaban a congregar alrededor. Oyó como alguien avisaba por teléfono a los servicios de emergencias mientras se agachaba hacia Daniel, que aún respiraba, a pesar de la sangre que empapaba toda su cara y corría en hilillos desde sus oídos.

-¡Daniel! ¡Por favor, di algo! –Gritó Jose desesperado. Casi sentía como la vida se escapaba de aquel cuerpo inerte.

Los ojos de Daniel se abrieron pesadamente. Lo miró extrañado.

-¿Por qué? –Fue lo único que consiguió susurrar.

-No es lo que parece, Daniel. Déjame que te explique, por favor. Déjame que te lo cuente. –La voz de Jose, más alta de lo normal, temblaba, al igual que sus manos, que tomaron las manos de Daniel. La gente miraba extrañada la escena.

Daniel hizo un esfuerzo por hablar, pero un hilo de sangre salió por su boca y tosió con un gesto de dolor que parecía inhumano. Sus ojos se volvieron a cerrar.

La ambulancia llegó y rápidamente se bajó el personal de emergencias, despejando toda la zona de alrededor para empezar a actuar sobre el herido. Jose, apartado por ellos, intentaba hacerle llegar inútilmente su mensaje a Daniel. Esperaba impaciente a que los profesionales lo atendieran para poder volver a acercarse a él.

Con un collarín, un montón de gasas y apósitos sobre su cara y una vía endovenosa en su brazo, subieron a Daniel a la camilla para evacuarlo al hospital más cercano. Fue entonces cuando Jose se acercó al herido y le habló. Los profesionales del servicio de emergencias intentaron apartarlo, pero él les explicó que estaban juntos cuando ocurrió el accidente.

-Daniel, llevaba tres años con ella y hoy quedamos porque después de lo de ayer decidí que no podía seguir llevando la vida que llevaba, que quería estar contigo, pero no era fácil explicárselo ni quería ser cruel con ella. Sé que tardé más de lo que pensabas en llamarte, pero entiéndeme que no era algo sencillo. Quería estar contigo. Eso era todo.

Los ojos de Daniel seguían cerrados. No daba señales de haber entendido lo que le había dicho Jose. La camilla subió en la ambulancia y ésta se alejó sorteando el tráfico y dejando a Jose de rodillas lloroso sobre el asfalto. La mano de la chica se posó comprensiva sobre su hombro, mientras la vida de Daniel se escapaba camino del hospital.

12 Cuéntalo tú:

Muy bueno el relato, genial desarrollo aunque el desenlace sorpresivo es muy triste.

Besos

Hallar el amor para perderlo sin dar tiempo a vivirlo... cruel destino para aquellos que encuentran un amor de verdad en esta vida de mentira.

YoNoLoDiGo

Me encantó como quedó el relato. Muy bien resuelto. El nudo del problema lo ataste como corresponde y el final, quedó en "manos" del destino.
Sabés que me gusta muchísimo como escribís y como delineás el perfil psicológico de los personajes.
Felicitaciones!!

BESOTES QUERIDO AMIGO!!

Perdón, me olvidé!!!!!!!!
Muchísimas gracias por el increíble comentario que me dejaste. Sos un sol!!!

BESOTES HERMOSO!

Estupendo relato saluditos y besitos nos vemos guapo

..... que te vi escribiendo sin parar y te quedo genial besote Mandato25

Oye ED... esto es un golazo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! quedo espectacular semajante relato, te felicito! eres un gran escritor. El desenlace es impecable y el mensaje final sublime.

un abrazo para ti, jose y daniel!

Dios, estoy casi llorando.

Desde el primer momento me enganchó el post por la familiaridad de la situación y de nombres, y seguí leyendo y leyendo, y tengo que decir que el final me ha dejado de piedra. ¡Un diez!

Es la primera vez que paso por tu blog, pero me comprometo a seguir haciéndolo, porque me ha llegado al alma el relato. Me encanta tu forma de escribir.

Un saludo de un nuevo lector que ganas!

Adrien Evans
xx

Hola, Ed

Si puedes pasa por mi blog:
http://www.conpocasluces.blogspot.com/

Allí hay un premio para tí.

Besos

Tus letras es un canto a vivir el momento, a escudriñar cada brisa que recorre nuestra alma, a valorar las pequeñas cosas que se hacen grandes, a reconocer en el camino cual puede ser la dirección a tomar, la mía fue llegar a tus rincones siguiendo tu rastro, encantado de leerte, de conocerte.
Un abrazzzusss...

Josh

Mmmm...¿Pero es que quieres matarme de una depresión? jaja..ay Ed, espero leer un relato que acabe bien..pleaseeee!! muaccc!

Ninu.

te lo prometo..... NO LLORE solo porque estoy en el trabajo....... (sad) pero...... que bajon me dio ps... digo.... q mala manera de terminar......... eres buenisimoooooo.......!!!!! saludos desde Guatemala.....!!!!!

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