Después de varias horas de insomnio, Carlos cayó rendido en su sueño; un sueño que se repetía noche tras noche desde hacía casi dos meses y que lo llenaba de intensas sensaciones. Samuel, en el asiento de su coche detenido junto a una playa en la que se reflejaba una luna enorme y radiante, le mordía suavemente la boca y él se dejaba arrastrar, bajo su cálido aliento, hasta el final. No sentía culpa, ni desaliento; sólo podía percibir el dulzor de los abrazos y las caricias, las manos que se deslizaban sin pudor sobre su cuerpo y la lengua que, traviesa, lamía su pene erecto y tremendamente duro. Sólo cuando Carlos bajaba la cremallera de los pantalones de Samuel para descubrir su miembro era cuando se despertaba con una enorme erección. Más de una vez lo había hecho con los calzoncillos empapados. Era entonces cuando se sentía morir de nuevo, llorando mientras se secaba como podía para que nadie se diera cuenta de su debilidad. Aquella madrugada no había sido distinto.

En la puerta de un local de ambiente no muy lejano, Samuel trataba de deshacerse de un nuevo amigo de aquella noche que se empeñaba en que lo acompañara a tomar la última a su casa. No es que le desagradara; de hecho le parecía un chico simpático y agraciado, pero aquella era la primera vez que salía desde hacía un tiempo y aún no se sentía con fuerzas como para probar nada, aunque fuera un encuentro casual.

Había salido empujado por los amigos que ya estaban cansados de verlo tan triste desde el día que conoció y perdió, todo a la vez, a Carlos. Ni él mismo se explicaba cómo podía haber llegado a aquello. A veces se decía que en realidad no había pasado nada, que no era posible, pero muchas otras sólo podía recordar la sonrisa de aquel chico, el calor de sus manos, su mirada profunda, el sabor de su boca virgen y, sobre todo, la complicidad que había surgido en unas pocas horas y que se rompió como una copa de cristal por culpa de unas convicciones férreas y, a su juicio, equivocadas. Incluso estaba convencido de que Carlos seguía pensando en él. No lo había vuelto a ver. No quería. Sólo quería olvidarlo.

El chico de la puerta del bar le echó la mano por el hombro y lo sacó de sus pensamientos.

-¡Venga hombre! Anímate. –Le dijo.

En un arrebato de valor, Samuel lo miró fijamente y le respondió que sí. Ya era hora de romper con el pasado y en todo caso, aquella era una ocasión tan buena como cualquier otra.

-¿Dónde vives? –Preguntó.

-Aquí muy cerca. ¿Vamos?

-Vamos. –Samuel le echó el brazo por encima del hombro y se marcharon.

Por la mañana, Samuel se sentía contento. Había pasado una noche estupenda. Aquel chico, Ramón, había resultado ser una delicia, no sólo en la cama, sino en la forma de tratarlo, con una especie de cariño espontáneo que había despertado en él un sentimiento parecido. Los fantasmas habían empezado a desdibujarse.

Decidieron salir a disfrutar de aquel domingo soleado y después de una agradable sesión de besos, fueron a desayunar a una cafetería de un parque cercano. Allí, bajo un sol placentero y luminoso, hablaron de sus vidas por primera vez y empezaron a conocerse.

-Me gustas mucho. –Soltó de repente Ramón. La cara de Samuel se torció en un gesto de sorpresa y al instante recuperó la sonrisa.

-Y tú a mí. Más de lo que creía. –Le tomó la mano sobre la mesa.

-Anda que si no te insisto ayer…

Samuel rió. Aquel chico tenía algo que lo hacía diferente. La noche anterior le había parecido el típico moscón guapo que se acerca para conseguir sexo, pero en aquel momento ya lo veía de otra manera. No soltó su mano. Ambos se sentían cómodos y relajados y no se iban a dejar llevar por convencionalismos.

Varios chiquillos correteaban riendo por el parque. Algunas parejas paseaban con sus hijos pequeños. En algunos bancos podía encontrar a alguna persona solitaria que leía un periódico o simplemente disfrutaba del agradable sol de la mañana. Samuel lo miraba todo con una alegría distinta. Estaba viviendo aquel momento. No se percató de alguien que se acercaba por la acera.

-Hola Samuel. –Los ojos de Carlos lo miraban entre suplicantes y heridos. Samuel retiró automáticamente su mano de la de Ramón y éste se quedó mirando la escena perplejo.

-Carlos… -Era la última persona que esperaba encontrarse en ese momento.

Carlos fijó su mirada en la de Ramón. Resultaba difícil entender lo que pasaba por su cabeza en aquel momento.

-Supongo que es tu novio, ¿no? –Espetó sin mirar a Samuel.

-Eh… bueno… no. No lo es. Es un buen amigo. –Acertó a contestar confusamente Samuel.

Ramón volvió la mirada hacia su acompañante. Su incomodidad era palpable.

-Supongo que molesto. Si queréis me voy. –Dijo.

Samuel no sabía qué hacer ni qué decir. Sólo podía mirar a Carlos; más delgado que cuando lo conoció y que había clavado su mirada intensa en sus ojos esperando algún tipo de respuesta.

-Me voy. –Ramón se levantó de súbito de la silla. –No quiero andar molestando. Si quieres hablar conmigo ya sabes dónde vivo. Supongo que no es el momento de dejarte el teléfono, aunque no creo que lo quisieras. –Trataba de mantener la dignidad, pero se sentía dolido con aquella escena. Más de lo que los otros dos, absortos el uno en el otro, se podían imaginar. –Nos vemos.

-Ya hablamos Ramón. Lo siento. –Las palabras de Samuel salieron como un susurro con sabor a excusa. Su acompañante de la noche y la mañana se alejó sin decir nada ni mirar atrás.

-¿Por qué? –Fue la única pregunta que consiguió formular Samuel.

-Era tu novio, ¿no es cierto? –Los ojos de Carlos mostraban una mirada entre la rabia y el dolor.

-No. Ya te lo dije. Lo conocí anoche y… bueno, es un gran chico. Mira cómo se ha marchado sin montar un numerito.

Carlos se sentó en el mismo asiento que había quedado vacío un minuto antes.

-¿Has salido con muchos? –Preguntó.

Samuel se llevó las manos a la cabeza como para ayudarse a hacer un gesto de negación. No dijo nada. Carlos mantenía la mirada fija en él.

-Muchos, ¿no es cierto? –Insistió.

-¿Sabes, Carlos? –Samuel levantó la cabeza y le devolvió por primera vez la mirada con serenidad. –Desde aquella noche en que te marchaste no he podido parar de pensar en ti. No he salido apenas y fue justamente ayer cuando me empujaron a hacerlo por la noche y conocí a Ramón. Por primera vez había conseguido olvidarte durante unas horas. ¿Lo entiendes?

-Ramón, Ramón. –Repitió Carlos. -¿Te acostaste con él?

-Sí, claro. Es el primero con el que lo hago desde que te conocí. –Las palabras de Samuel tenían un deje de culpa y excusa. Tenía sentimientos encontrados.

-¿Cómo has podido? –Preguntó Carlos con rabia contenida.

Samuel se revolvió en la silla. Aquello comenzaba a parecerle absurdo.

-Pero ¿qué coño de explicación te tengo que dar yo a ti? ¿No recuerdas lo que ocurrió no hace tanto? ¿Acaso fui yo el que te hizo sentir como un aprovechado? –El tono de la voz iba en aumento. –No, Carlos. Fuiste tú el que me tuvo engañado todo el tiempo con tus líos mentales y ahora vienes aquí a volverme a hacer sentir mal por algo que no te debo. Tú no me querías. Sólo tenías ojos para tu conciencia, ¿no te acuerdas?

-Sí que te quería, Samuel. –Carlos bajó los ojos a la mesa donde reposaban dos cafés a medio terminar. –Te quería y te quiero. Desde aquella noche no he podido quitarte de mi cabeza. Estás en cada cosa que hago. Estás hasta en mis sueños. No consigo olvidar aquel día por más que lo intento. Hasta dejé de asistir a las reuniones. Me resultaba imposible soportar aquello que siempre me había parecido la guía de mi vida. –Samuel estaba atónito. No podía creer lo que estaba oyendo. –Ahora iba a la iglesia para pedir por enésima vez por ti. Ni siquiera he llegado…

Samuel le tomó la mano en un gesto súbito e impensado. Volvió a notar el mismo calor de la primera noche. Carlos miraba de un lado a otro nervioso. Comenzó a temblar.

-Aquí no, por favor. –Sus ojos eran una súplica.

Samuel soltó la mano respetuosamente y lo miró entre triste y ansioso.

-¿Aquí? –Preguntó. -¿Valdría otro sitio o volverías a montar lo mismo que la otra vez?

Carlos apoyó las manos sobre su regazo y le devolvió una mirada cargada de culpabilidad.

-Al menos permíteme que no sea delante de todo el barrio. –Dijo.

-¿Nos vamos? –Samuel comenzaba a excitarse. En su interior se mezclaban todo tipo de ideas y de sensaciones, pero ansiaba con toda su alma volver a besar a Carlos.

-¿Adónde?

-No importa. Fuera del barrio. A un sitio donde podamos hablar a solas. ¿Quieres? –Samuel esperaba tensó la respuesta.

Carlos hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

Al levantarse, Samuel miró a Carlos fijamente a los ojos y habló.

-Sólo te pido una cosa.

-¿Qué? –Preguntó intrigado Carlos.

-No intentes convencerme de nada, de verdad. Yo respeto tus creencias, pero tú tienes que respetarme a mí y a ti mismo, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. –Respondió mientras se levantaba también. Esta vez fue él el que estrechó su mano y la apretó con fuerza. Durante los dos últimos meses se había debatido entre sus convicciones y sus sentimientos y se había jurado que si volvía a ocurrir algo semejante se dejaría llevar, pero no se atrevió a confesárselo a Samuel.

Ambos caminaron hasta el coche, que los condujo a una playa absolutamente desierta llena de dunas y de arbustos. Se sentaron sobre la arena y se miraron largamente.

-¿Y ahora? ¿Puedo tomarte la mano? –Preguntó Samuel más ansioso que nunca.

Carlos no respondió. Acercó sus labios a los de Samuel y como si fueran imanes, se pegaron unos a otros en un beso delicioso y profundo. Se abrazaron con fuerza y con ternura y se dejaron caer sobre la arena. Pasaron varios minutos hasta que sus bocas se despegaron. Carlos lloraba.

-¿Qué te ocurre? –Preguntó asustado Samuel.

-No lo sé. –Respondió Carlos. –Es todo tan bonito que no puedo creer que esté mal.

-No lo está. –Dijo Samuel.

-Ahora estoy seguro de que lo que siento es amor. Él lo entenderá, ¿verdad? –Los ojos acuosos de Carlos miraban a un Samuel expectante con una mezcla de alegría contenida y súplica. Era difícil saber por qué lloraba.

-Sí, lo entenderá. –Samuel le besó los labios y se volvió a apartar para observar la reacción de aquel chico, que sonrió y le respondió con otro beso.

- Gracias, Samuel. Gracias por entenderme y por respetarme. –Bajó la cabeza durante un momento y al levantarla, lo miró con decisión. –Somos novios, ¿verdad?

Samuel sonrió. Era imposible negarse a unos ojos tan hermosos.

-Supongo que sí… si tú quieres, claro.

-Por supuesto que quiero. –Respondió.

-Yo también. Aquella noche aprendí a quererte sin quererlo y tuve que aprender a olvidarte sin desearlo. No lo conseguí. –Una lágrima recorrió la cara de Samuel.

-Te quiero. –Susurró Carlos.

-Te quiero. –Le respondió Samuel.

Se besaron de nuevo y se deslizaron poco a poco a unos matorrales que los escondían de los ojos de cualquiera que pudiera pasar. Sólo el brillante sol los pudo acariciar mientras hacían el amor por primera vez sobre la mullida yerba seca. Algo había empezado a cambiar.

15 Cuéntalo tú:

Ahhhhhhhhhh! Vaya mezcla de sentimientos encontrados, odio, amor, deseo..... Una amalgama perfecta y muy bien escrita, sin duda.
Touché.

Maravillosa historia me encanto besitos y saluditos tk

El amor todo lo puedo, y Carlos aprendió que Él, nos quiere sin más, porque no es nada malo, pero para eso, para llegar a esa conclusión, seguro que tuvo que sufrir mucho. Ya te lo comente en el otro post, es una lucha interna muy dificil, entre lo que crees y lo que sientes. No es una tontería, no es una niñería, no, no lo es. Difícil, muy difícil y que Carlos consiguió superar.

Y si un día os encontráis con alguien así, ayudarlo, de verdad, no le deis de lado, intentar comprender que su cabeza esta luchando contra si mismo, que no una cuestión de creer o no creer en Dios, que es algo que llevas dentro de ti y que es muy difícil de la noche a la mañana cambiar, porque es tu fe, es una forma que tienes de vivir una forma de pensar.

Y que se puede salir de allí con mucho cariño y dulzura. No es un juego, es algo que puede hacer mucho daño a una persona.

Siento el testamento que te puse, pero me sentí muy identificado con el relato y solo quería dar la opinión de alguien como yo, que ha vivido ese proceso, de sentirse muy culpable por lo que es y siente.

Un besito

En el juego del amor, siempre hay ganadores. Pero todo ganador, deja a su paso un perdedor. Ramón paga el precio del amor encontrado de Carlos y Samuel. Carlos y Samuel, dos mentes distantes en sus creencias pero unidas en sus corazones.

Felicidades por el relato.

YoNoLoDiGo

Ah!, me sabe mal por el pobre Ramon... Se me ha quedado en la boca un sabor agridulce...
En fin, muy chulo.
Cuidat ^^

Leerte es una mezcla de sensaciones muy difícil de explicar. En esta segunda parte hay más sentimientos en juego que en la primera. Una obviedad decirte que está relatado maravillosamente bien, comme d´habitude.

Felicitaciones, querido amigo. No hay una tercera parte?

Te descubrí ayer.
He leido tu primer post y ya sé que te seguiré.
Personas como tú llenan mi vida.
Nos vemos...

ASSASIN: Ya sabes, no todo el mundo puede ganar en esta vida. A mí también me da lástima del chaval, pero bueno... algo tenía que pasar. Muchas gracias por el comentario.

STANLEY: Empiezo por el final... no, no habrá tercera parte, jejeje. Ni siquiera tenía pensado que hubiera una segunda, pero fue así porque había quien no se había quedado content@ con el final de la primera. Estos chicos necesitaban un final feliz, cosa rara en mí, aunque un cuento es siempre un cuento y la vida es la vida. No siempre se gana, no siempre se pierde. Muchísimas gracias por tu comentario. Ya sabes cómo aprecio tus palabras y lo que dices.

BRENT: Me alegra que entres y te quedes. No sé qué decir, nada más que gracias. Tu última frase es muy contundente, pero me ha hecho sentir bien. Uno nunca sabe quién está al otro lado de la línea, pero está claro que sí entiende algunos códigos... Muchas gracias, de veras.

Besos a todos,
Ed.

Yo no soy de finales tan felices... pero... me ha encantado, y mis ojos han estado llorosos desde la primera línea. Dios, este es el sueño que siempre tengo... que me vuelvo a encontrar con la primera persona de la que me enamoré y nos dejábamos llevar por el amor... pero sé que son fantasías mías, y que tengo que pasar página (poco a poco, lo voy consiguiendo, ya no siento tanto... pero no soy capaz de sentir nada más por nadie, es como si después de haber sido rechazado, ya me negara para el resto de la humanidad).

Este texto me ha hecho reflexionar... y a la vez, darme envidia; yo también quiero un novio jo :(

Ya llegará... y mientras tanto, seguiré enamorado de lo bien que escribes.

PD: se me acaba de antojar... quiero un novio que sepa escribir tan bien como para lograr todo lo que logras tu con estas historias... tiene que ser genial, jajajaja lo sé, es una chorrada esta posdata, pero es que de verdad, me ha tocado esta historia -de nuevo, como ya lo hiciera la primera que leí en tu blog-

BESOS! Y a seguir conquistandonos a todos con estas historias tan bien escritas!

Adrien
xx

hola cuando puedas te pasas por mi blog que hay algo para ti besos Mandato25

Bueno, stá genial, por poco me lo pierdo, jajaaj No sé pq no lo había leído y tu no me decías nada. Los personajes están tan vivos y los diálogos están estupendamente logrados. Solo que ahora me da pena Ramón. Y ¿pq? pues pq creo que a pesar de que la historia termina bien, Carlos no es una persona emotivamente estable.

si hubiera una tercera parte de esta historia, pronto asistiríamos a las pequeñas discusiones provocadas por los remordimientos de Carlos, que terminará odiando a Samuel por haberle alejado del camino de dios, verás, jajaja.

Y Ramón que podía haber sido un chulazo de escándalo que va buscadno sexo, sin embargo, se me aparece como un chico sensible que haría feliz a Samuel, con su cariño y su dedicación sin tantos misticismos. Claro, el amor es el amor, y la polla tiene razones que el corazón no entiende, jajaj pero yo en el parque, le hubiera dicho a Carlos que con tu pan te lo comas, cari... pa vamos, si despues de la que le montó con el numerito de la religión, se le pone celoso alli mismo, a pesar de que no tiene ningún derecho, eso quiere decir que va a ser un celoso convulsivo, jajaja

Bueno, y hasta aquí voy a meterme en tu histori, ajajaa Eso si, me da envidia que escribas diálogos tan vivos, jajaj que a mi se me dan fatal.

Bezos.

A lo otro ya te contestaré, jajaja

Cuando puedas te pascals por mi blog hay algo para ti besitos

Felicidades por ese premio tan hermoso que te mereces por esos cuentos tan maravillosos y que tienen todo la realidad de la vida besos Mandato25

Hola Ed, te devuelvo la visita encantado con lo que me encuentro, lástima que por llegar un poco tarde veo que el ilustre Thiago, que es más listo que el hambre, ya ha dicho lo que yo estaba pensando según leía la historia. Por muy feliz que sea el final, una personalidad como la de Carlos, tan inestable y conflictiva, no va a hacer que la relación sea nada fácil. Y con Ramón todo hubiera sido natural y libre. Pero el amor y el deseo son caprichosos por naturaleza....

Enhorabuena, me pondré al día con las entradas anteriores, que esto pinta muy bien :-)

Un abrazo.

THIAGO: Quizás sea verdad lo que dices de la estabilidad emotiva de Carlos, sólo quizás. A mí también me daba pena de Ramón. Incluso lo podría haber pintado más superficial y asunto acabado, pero no... soy así de cruel, jajaja (es broma). Simplemente necesitaba un contrapunto. Sería complicado que hubiera una tercera parte de esta historia. Ni siquiera iba a haber una segunda, así que imagina, aunque nada es imposible. De todas maneras podría pasar casi de todo. De momento los hemos dejado allí felices en la playa. Me pregunto si eso se ha quedado abierto o no, pero sí sé seguro algo: Samuel no quería a Ramón. El verdadero conflicto está en Carlos, está claro, que sí que ama a Samuel, pero en un momento dado puede complicarse la existencia con sus pensamientos y sus creencias. No me digas que probemos que ya van muchas cosas acumuladas y las vacaciones se acaban, jajaja. Un beso y gracias por el comentario y por decir eso de que mis diálogos y mis personajes están muy vivos. Sólo hago lo que puedo...

THEODORE: Sí que es verdad que Thiago es más listo que el hambre y probablemente tenga razón en lo que dice, pero es una historia... quiero decir que los personajes pueden cambiar o no ser lo que parecen. Ramón parecía una cosa y luego resultó ser otra distinta, pero nunca más se volvió a ver. ¿Qué ocurriría con él? Y Carlos era inestable y conflictivo, como dices, pero ¿hasta qué punto rompe con todo? Yo es que nunca estoy seguro de lo que podemos llegar a hacer por amor. Hay otros fanatismos y fundamentalismos, pero no sé si llegan a tocar este tema. Decís cosas que me dan ganas de continuar. Mira que sois malos, jajaja. Gracias por tus comentarios. Me alegro de que hayas disfrutado y sentido de alguna manera la historia.
Un fuerte abrazo y "bezos" para los dos,
Ed.

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