12 de julio de 2009
6 de la mañana
A veces entro en su dormitorio. Espero inmóvil en el rincón más alejado de la cama oculto por la penumbra, observándole mientras duerme. Aún no he tenido ningún tipo de contacto físico. Estoy fascinado. Me limito a estudiar su comportamiento y gustos. Hoy no me he podido resistir y me he atrevido a tirar un poco de la sábana que le cubría deslizándola hasta la cintura. Necesitaba ver su cuerpo. No sé qué me ocurre, pero constantemente pienso en él.
Está allí tumbado boca arriba, su pecho se mueve relajadamente al ritmo de la respiración. La ligera sábana que cubre su cuerpo desnudo hasta la cintura, dibuja a la perfección la forma de su sexo. Desearía tocarle, pasar la mano por su piel, por encima de la fina tela que cubre el mayor objeto de mi deseo, de mi ambición. Aún no estoy preparado.
Recuerdo la noche en que nos cruzamos. Paseaba por el parque, ya entrada la noche. Su silueta apareció entre unos arbustos. Una segunda salió tras él mientras reían ahogadamente. Al instante me sentí atraído. Tenía la camisa desabotonada y se abrochaba el cinturón. El otro hombre se acercó a él y le susurro al oído.
-Me ha encantado, tal vez quieras repetir.
-Claro, ya nos veremos por aquí otro día. -dijo distraídamente colocándole la mano sobre el hombro, y con una palmada a modo de despedida le dio la espalda y se alejó caminando mientras se abotonaba la camisa.
Comencé a seguirle. Su sombra proyectada sobre el suelo por las farolas se encogía y alargaba hasta casi tocar mis pies. Caminaba deprisa con la camisa pegada al cuerpo por el calor de la noche estival. Su pelo corto, de color castaño, reflejaba anaranjados destellos de luz.
Sentí que la tormenta se aproximaba. A lo lejos, entre los tejados de los edificios, estallaban los relámpagos, que iluminaban por décimas de segundo el cielo. El viento, cargado de electricidad estática, cambió de dirección y los primeros goterones de lluvia chocaron contra el asfalto levantado el calor acumulado durante el día. Un trueno retumbó encima de nosotros y las nubes dejaron caer de golpe la lluvia. Alguien desde cualquier ventana podría haber visto a dos figuras corriendo bajo la cortina de agua.
Sigue dormido, me gustaría echarme a su lado pero tengo que irme. Está a punto de amanecer y no quiero arriesgarme a que me vea. Todavía no. El sol no me va a matar; ese es uno de los tópicos que nos rodean, como tantos.
Las cortinas se agitan suavemente por la brisa nocturna y lentamente me descuelgo por la ventana y me alejo de mi obsesión.
14 de julio de 2009
8 de la mañana
Hoy lo he vuelto a ver. No me lo puedo quitar de la cabeza. Lo he esperado en el portal de su casa hasta que ha salido. Llevaba el pelo mojado y unos jeans, camiseta roja y zapatillas deportivas blancas. Se ha detenido en la misma puerta y ha encendido un cigarillo antes de empezar a caminar.
Lo he seguido hasta que ha llegado a un bar. Allí se ha encontrado con conocidos que lo han saludado efusivamente. Es un hombre querido por los demás. Se nota en la forma de actuar de los otros ante él.
Entre el barullo de la gente he conseguido acercarme lo suficiente como para enterarme de su nombre: Abel. Parece una ironía, pero hasta eso lo hace más atractivo y consigue que lo desee aun más. Abel…
Hace demasiado tiempo; tanto que casi me cuesta recordarlo, mi maestro me dijo que mi nombre no tenía traducción para los humanos, pero si la hubiera tenido, ésta habría sido Caín. Y ahora, justamente ahora, cuando está cerca la hora final, me encuentro con Abel y siento que no podré luchar contra él. He leído demasiadas veces esa historia. Esta vez no quiero ser el verdugo. Abel…
Creo que me ha visto. Sus ojos se han posado en mí y se han detenido durante un momento en los míos. Ha dibujado una especie de sonrisa con ellos; es difícil de explicar, pero su boca no se ha movido, solo han sido sus ojos, que luego han bajado hasta el suelo y al instante han vuelto a la reunion en la que estaba sumergido. Desde ese mismo momento he notado algunas miradas de soslayo hacia mí. Me cuesta enfrentar su mirada. Posee algo poderoso que me hace desfallecer. He tenido que hacer como que leía el periódico. Pasará por mi lado cuando salga. No sé si desde ahora podré ser tan invisible ante él. Creo que se ha dado cuenta de mi existencia. El pensamiento de su cuerpo semi cubierto con una fina sábana de hilo se vuelve a colar en mi mente y siento subir un calor poderoso desde mis pies. Nunca he sentido una debilidad así. No la quiero, pero es inevitable.
Al salir del bar, ha pasado junto a mí y me ha tocado con el codo la espalda. He sentido como un arañazo caliente sobre ella. Me he vuelto sin poder evitarlo y me he encontrado con esos ojos castaños fijos sobre los míos. Ha hecho ademán de hablar, pero se ha detenido al instante. Quizás mi mirada fría lo haya hecho pensárselo dos veces. No he dicho nada. No puedo. Definitivamente se ha fijado en mí y desde ahora tendré que ser más precavido con él. Se ha dado la vuelta y ha salido del bar. Mi único pensamiento ha sido que no puedo seguirle más, que me tengo que quedar en el bar hasta perderlo de vista. Una suerte de pena me invade.
Al instante lo vuelvo a ver entrar. Se acerca a mí, con la panda de amigos esperándolo en la calle y me habla.
-¿Te conozco? –Pregunta a bocajarro.
Mi boca no acierta a articular palabra. Esto se sale de mi guión.
-Quizás me hayas visto alguna noche. –Contesto enigmáticamente.
Él se queda pensativo durante un instante y de repente sonríe.
-¿En serio? No lo creo. Me acordaría de ti. –Dice.
-¿Tú crees?
-Y tanto. –Si la luz matara a los vampiros, la de su sonrisa me fulminaría al instante. Me armo de valor y doy un paso inesperado para mí.
-Yo sí me acuerdo. Cada día.
Su rostro cambia la expresión de inmediato. Puedo advertir su confusion.
-No, no lo puedo creer. Estoy seguro de que me acordaría. Además, no tengo tanto como para olvidar. –Dice con voz casi preocupada.
-No he dicho que te tengas que acordar tú, Abel. –He pronunciado su nombre con toda la intención. El juego ya está en marcha. No hay vuelta atrás.
-¿Quién eres? –Pregunta casi implorante.
-¿De verdad quieres saberlo? –Le contesto.
-Pues claro. Dime, por favor.
-Te he visto alguna vez y hoy te he encontrado aquí. No he podido evitar fijarme de nuevo en ti. Por eso sé tu nombre. No pienses que te ando espiando. –Le explico.
-Espero que no seas un chalado de esos. No tienes pinta. –Dice esbozando una ligera sonrisa.
-Tranquilo, soy peor que todo eso. –No sé sonreír, pero procuro dedicarle una de las miradas más enigmaticas que tengo. Creo que lo convenzo por su expresión de alivio.
-Soy Abel… bueno, supongo que ya lo sabes. –Me dice.
-Encantado Abel. Es todo un placer para mí. No sabes cuánto.
Puedo notar una especie de mirada de deseo en su rostro. He apostado fuerte con esta afirmación y creo que él ha caído.
-Te digo lo mismo. –Musita. -¿Cómo te llamas tú?
-¿Te vale Caín? –Pregunto no sin cierta malicia. A pesar de mi frialdad, por dentro me siento débil y sin fuerzas.
Él ríe. Su risa es cálida y franca. Me siento debilitar aun más.
-Caín y Abel. –Vuelve a reír. –Vale, vale. Me parece bien, Caín. –Y posa su mano sobre mi hombro. Arde.
Ya no puedo seguir. El juego me ha dejado exhausto. Uso uno de mis viejos trucos aprendidos y lo hago mirar el reloj para que vea la hora equivocada.
-¡Dios! ¡Qué tarde! –Exclama. -¿Cómo ha podido pasar tanto tiempo? Hoy llego tarde al trabajo. Me tengo que ir corriendo. ¿Nos volveremos a ver? –Su mirada es casi de súplica.
-Te espero esta noche en el parque. Al lado de la estatua del ángel a las doce. –Digo sin más.
-Esta bien. Nos vemos allí. Me tengo que ir… Caín. –Por la entonación entiendo que no se cree mi nombre. No importa.
-No faltes, por favor. –Le respondo.
-Allí estaré.
Se vuelve sin dejar de mirarme hasta el ultimo momento y sale a toda prisa del bar. El tiempo es algo relativo. A mí me queda poco… o mucho hasta la cita de esta noche. Me tengo que preparar. Mi inquietud es demasiado grande. Quedan horas. Quedan siglos…
NOTA: Este cuento y la continuación son una idea original del dueño de un nuevo blog llamado HOMBRES DE NEGOCIOS, DIARIO DE UN CHAPERO. Le tengo que dar las gracias no sólo por su imaginación para inventar una historia así y ponerla en mis manos, sino por la introducción que es toda suya. Os recomiendo que lo visitéis.