Tumbado en la litera, David oía el sonido rítmico que hacía su nuevo compañero de celda, un joven de unos veinticinco años llamado Julio que había llegado aquel mismo día desde otro centro penitenciario al norte del país. No cabía duda de que se estaba masturbando. David aguzó el oído para no perderse detalle y sonrió cuando escuchó el leve jadeo de su compañero que, al poco tiempo se había quedado dormido.

            Julio era atractivo. No precisamente guapo, pero tenía unos rasgos muy masculinos y unos ojos casi negros de mirada tan seria y penetrante que habían causado impresión a David desde el primer momento en que lo vio. Le asignaron su misma celda y él, aunque nervioso por su forma de mirar, se sintió feliz de poder intentar algo con él. Al fin y al cabo llevaba ya en la cárcel más de un año y sus compañeros siempre le habían resultado toscos y poco agraciados. Nunca había tenido el más mínimo roce con ninguno de ellos a pesar de su oculta homosexualidad.

            A la mañana siguiente, ambos se levantaron a la vez a la hora del recuento. Conocían perfectamente las normas y todo estaba en orden. Poco después bajaron a desayunar juntos. Julio no hablaba. David, con torpeza, intentó entablar conversación.

-¿De dónde vienes? Llegaste ayer en la conducción de los jueves, ¿no? Siempre es el mismo día…

-Llegué ayer de Lugo Monterroso –contestó secamente Julio- Han sido varios días de traslado parando en otros talegos. Un verdadero coñazo.

-¿Sí? –David no sabía cómo continuar la charla. Estaba demasiado absorto mirando aquellos ojos profundos y percantándose por primera vez del dulce acento gallego de Julio. –Nunca me han movido de este centro. Soy de aquí.

-Qué suerte. –Esta vez Julio le devolvió la mirada- Venga, vamos a comer algo y luego nos contamos. Estoy hambriento después de tanto movimiento.

David no pudo evitar recordar el “movimiento” de la noche anterior y sonrió. Las cosas no podían ir mejor.

Pasaron toda la mañana juntos, sin hacer caso a los demás. Algunos intentaron acercarse a Julio para tantear si traía algo o tenía pastillas, pero no tuvieron éxito. Julio no tenía nada que ver con el mundo de las drogas, como ocurría con David, en el que desde hacía mucho tiempo nadie tenía interés.

La conversación fue derivando a temas más personales y poco a poco se fue creando un ambiente distendido y cordial entre los dos. A veces incluso reían. David no veía el momento en el que, después de comer, volverían a la celda a estar juntos y solos hasta las cinco de la tarde. Nunca habría imaginado que esas horas, que siempre le habían parecido eternas, se fueran a convertir en algo deseado. Y llegaron. El mecanismo de las puertas se cerró tras el aviso y quedaron los dos en el chabolo, como se decía allí, solos y sin miradas ni oídos ajenos. Era el momento que David había esperado durante toda la mañana.

-¿Vas a dormir? –Preguntó David algo inquieto.

-No. –dijo Julio- Creo que le voy a escribir una carta a mi novia a ver si viene a verme a un vis a vis. Hace ya más de un mes que no follo.

A David se le cayó el alma a los pies. Era lo último que esperaba. Aquel chico tenía novia y no habría manera de llegar a él. Todas sus ilusiones se diluyeron en aquella frase.

-Entiendo… -acertó a contestar. –Bueno… -David casi balbuceaba.- Al fin y al cabo un mes no es tanto. Yo hace más de un año y mírame.

-¿Un año? Vaya… tienes que estar cargadito –rió Julio- Eso tiene solución.

-¿Sí? ¿Cuál? –Preguntó David confundido.

-Ven aquí, tontito. –La mirada pícara de Julio desarmó a David, que se acercó sin saber qué le esperaba.

Julio lo tomó de la cintura y le bajó los pantalones sin ningún esfuerzo. Tocó su miembro a través de los calzoncillos. David temblaba. En pocos minutos eran un ovillo de cuerpos desnudos llenos de besos y caricias por todos los rincones. Poco antes de las cinco estaban de nuevo vestidos y preparados para volver a salir al patio.

-Creo que dejaré lo de la carta para más adelante. –Dijo Julio- De hecho creo que no la voy a escribir.

David sonrió.

Los días pasaban rápidamente. El torbellino de la primera tarde se fue convirtiendo en vendaval a marcha forzada. Cada momento de intimidad era un puro goce y cuando estaban entre la gente se buscaban con los ojos. Ya habían aprendido a encontrarse. David pensaba que estar en prisión en aquel momento era lo mejor que le podía pasar. ¿Quién lo habría dicho en todo el tiempo anterior en que cada minuto era un día de espera y de vacío? Tenía todo lo que podía desear cuando estaba entre la gente y vivía, sí, vivía con la persona a la que amaba. No podía ser más maravilloso.

Algunas mañanas Julio era llevado de diligencias para declarar en un juicio. Esas horas en las que estaba fuera se convertían en un suplicio para David.

-Ya sabes que tengo una causa pendiente aquí; por eso me trajeron. –Le había explicado Julio.

David lo comprendía perfectamente. Sabía cómo funcionaba aquello. Ya tenía experiencia después del año largo vivido en la prisión.

Nunca nadie supo de su relación. Los demás internos apenas si les hablaban. Siempre andaban juntos, como una pareja. Tampoco era tan raro. Al fin y al cabo vivían en un medio en el que todos se movían por afinidades o por intereses.

Una tarde se estaban besando en la cama de abajo cuando se abrió la ventanilla corrediza de la puerta de la celda. El rostro de un funcionario desconocido apareció tras el cristal. Llamó a Julio sin darle importancia a lo que estaba ocurriendo en la cama.

-Prepare sus pertenencias. Mañana sale de conducción. A las siete será trasladado al módulo de ingresos para salir por la mañana.

David oyó las palabras del funcionario como el que escucha su propia sentencia de muerte. No pudo evitar saltar de la cama y acercarse corriendo a la puerta.

-¿Cómo? ¿Dónde se lo llevan? –Preguntó casi gritando.

-Esto no es con usted. –Contestó el funcionario fríamente a punto de cerrar de nuevo la ventanilla.

-¿Dónde? –Musitó Julio. –Conmigo sí que va.

El funcionario fijó la mirada en él durante unos segundos y después miró el papel que tenía entre las manos. –A Lugo. No se olvide. A las siete lo llevarán a ingresos. Prepárelo todo.

La ventanilla se cerró con un golpe que retumbó en la cabeza de David como si fuera una bomba y se volvieron el uno hacia el otro. El abrazo fue intenso, enorme, eterno. No podían parar de llorar.

A las cinco se volvieron a abrir las puertas. David intentó quedarse a ayudar a Julio a preparar las cosas, pero fue obligado a bajar. Sin tratar de ocultar su llanto se quedó junto a la puerta de salida del módulo. Sabía que Julio tendría que pasar por allí antes de que se lo llevaran. Incluso algunos internos y funcionarios se le acercaron para preguntarle qué le pasaba, pero él les decía que nada, que era un mal momento y que se le pasaría.

A las siete y diez, Julio bajó acompañado de dos funcionarios con una gran bolsa a sus espaldas. Al pasar junto a David se detuvo con los ojos empañados.

-Sé fuerte, niño querido. –Le susurró. –Te escribiré en cuanto llegue. Ya sabes que te quiero. –Era la primera vez que le decía eso.

David lo abrazó con tanta fuerza que días después Julio seguiría con la marca de sus dedos sobre su espalda. Él le devolvió el abrazo con más ternura de la que solía demostrar en público. Las puertas se abrieron y Julio salió por ellas. David lo vio alejarse y vislumbró de nuevo, como solía hacer no tanto tiempo atrás, los seis años que le quedaban de condena. Ahora sí sabría lo que era pagar prisión. Ahora conocería la verdadera soledad y el dolor. Julio le había pedido que fuera fuerte. Él no lo era.

A la mañana siguiente, a las ocho, justo una hora después de que saliera el autobús que conducía a Julio al norte, encontraron el cuerpo de David colgando absurdamente, como un muñeco de trapo, de una sábana amarrada a los barrotes de la ventana. Había intentado ahorcarse, pero había muerto de ahogamiento. Nadie pudo hacer nada por salvarlo. Hacía ya varias horas que había huido cuando lo hallaron.

Las cartas de Julio nunca obtuvieron respuesta.

7 Cuéntalo tú:

Edddddddddddddd!!!!!!!!!!

Esto no se hace.
Me dejaste más triste, por un momento queria estar preso, después me encantó el romance y las vivencias y después esto!!!!!!!!!!! NOOOOOOOOOOOO


Jeje
Muy buen texto Ed, manejado a la perfección, una narrativa muy entretenida y sobresaliente!

Te felicito.
Un abrazo desde la prisión de mis pasiones

Acuerdo con Potter!
Por Dios, Ed! Todavía me estoy secando las lágrimas y casi ni veo lo que estoy escribiendo aquí!
El relato es apasionante y casi te diría que se lee solo ya que el modo en que escribes hace que la lectura te atrape...pero, hombre, al llegar a ese final donde los separan y el pobrecito de David termina suicidándose...bueno, mejor no sigo porque empiezo a llorar nuevamente!
Te envío un fuerte y cariñoso abrazo.
Beto

¡Ay queridos! Yo tampoco habría querido ese final, pero se veía venir y no lo pude evitar. Es el contrapunto de la condena de vivir sin la persona a la que amas y la libertad de estar con ella sea donde sea. David quería fugarse. Lo amaba demasiado y 6 años sin su presencia los sabía imposibles, sobre todo porque además Julio no volvería. El juicio había terminado y volvía a su centro de cumplimiento. ¿Alguien se ha preguntado de qué se les acusaba? Es que da igual. El amor atraviesa todas esas fronteras. Mi pregunta es si atraviesa la frontera de la muerte; por eso le di ese final. Por cierto, a mí también me dio mucha tristeza...
Gracias por vuestros comentarios, queridos amigos.
Ed.

Tenés una habilidad muy difícil de encontrar: Uno se desliza por los renglones sin darse cuenta, hasta que llega al final; sobretodo a este final, de ahí el impacto que sufrís; porque no te das cuenta que llegaste al final de la historia.
Me encantó, tu narración ya tenía el placer de conocerla y tenés una prosa impecable. La historia atrapa desde el comienzo. Es un deleite leerte.

BESOTES QUERIDO AMIGO!!!

Mi niño....
me dejaste con lágrimas en los ojos...
y yo queriendo en la mitad de la historia hacerme encarcelar...

Otra historia con la calidad que solo tú sabes.

saludos conversos.

Fijate Ed, que yo sí que me he preguntado porqué estarían condenados..será mi condición de chica cotilla..jeje..pero bueno, a lo que importa: ¿Es realmente el suicidio una liberación? ¿Qué pasa con el pobre Julio que tan buenos ratos le hizo pasar cuyas cartas no recibirían respuesta? ¿No te parece un poco injusto y egoísta? La vida en la carcel debe ser muy dura y solitaria, pero..¿no pasamos los seres humanos años esperando que llegue el amor de nuestras vidas, tropezando una y otra vez, como para no esperar y tirar algo tan bonito por la borda?..No sé..yo me solidarizo con Julio..¿Dónde está ahora?¿Qué se le debe estar pasando por la cabeza? ¿Acaso David ya no le quería? ¿Había sido una simple distracción para él en aquella prisión?....
Ninu.

que triste..........!!!!!!!!!!!!!!!!! nunca me he enamorado.... y luego de leer esto... NO QUIERO.....!!!! digo... xq pa dejar a alguien destrozado.... no gracias...... eres genial.... pero realmente me das bajor.... digo...... no se como terminaran las cosas.... y TERMINAN MAL.......!!!!!! pero bueno...... realmente eres sobresaliente..... CONGRATULATIONS......!!!!!

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